jueves, 11 de febrero de 2016

Prehistoric Planet - por Papá y Fausto - Capítulo 2: La batalla en el jardín.

Juan corrió hacia el cuarto de armas y activo el traje mecánico. Este dispositivo era algo muy particular, era una especie de robot gigante con una vaga forma de terópodo, cabeza y mandíbula grande, unos brazos para agarrar pequeñas cosas y una poderosa cola para golpear.  Funcionaba de una forma sencilla, quien se introducía en el mismo se movía de forma natural y el traje amplificaba sus movimientos y accionaba todo el cuerpo robótico. Sin estas herramientas tecnológicas, los humanos no tenían chance de sobrevivir aislados en la jungla, y Juan y su padre eran granjeros del interior, no vivían en un pueblo o ciudad. De todas maneras no es que hubieran muchos habitantes en estos planetas, eran mundos gobernados por criaturas prehistóricas, los hombres solo eran una frágil curiosidad del paisaje.


Carlos, le papa de Juan, se vistió rápidamente con el traje mecánico. Una vez puesto y activado tenía una altura de unos 4 metros y se veía imponente. De la parte superior de la cabeza salía un tenue brillo verde donde estarían los ojos, era la visión nocturna. Todos los sentidos del traje robótico se conectaban directamente al cerebro de Carlos, por lo cual era como una extensión de su cuerpo. Estos trajes habían sido desarrollados usando como base las redes neuronales de los cerebros de los terópodos, por lo cual usarlos no era sin un costo. Ver y sentir como un dinosaurio durante mucho tiempo hacía que el cerebro del ocupante fuera cambiando, que se fuera adaptando a la conexión simbiótica con el traje y que fuera adquiriendo características del dinosaurio. Se dice que varios de los exploradores de avanzada que usaban estos trajes muy a menudo, terminaban convirtiéndose en bestias salvajes y se escapaban a la jungla para ser un dinosaurio más, aunque mecánico. Más aún se sospecha que cuando el ocupante de uno de estos trajes que se vuelve loco muere, el cerebro residual es absorbido por la memoria del traje y pasa a ser una bestia mecánica que no es controlada por nadie.  Sin embargo, había un carnotauro en el jardín, no se iba a ir si se lo pedían nada más, había que luchar y el traje era la mejor arma.
                Se abrieron las puertas del hangar y Carlos salió cuidadosamente. No había nada a la vista.
“Juan, activa los sensores de movimiento extra. Este animalito quiere jugar a las escondidas.” Dijo Carlos.
                Es difícil saber como se habrían  comportado los carnotauros en la prehistoria original, pero acá se habían convertido en hábiles cazadores de presas pequeñas. No atacaban a los grandes saurópodos, habían desarrollado una predilección por el ganado y sobre todo, por los humanos. Cazaban más bien de noche cuando podían valerse de la oscuridad y el sueño de los humanos para atacar por sorpresa.  
                Carlos avanzo con cautela, no quería ser sorprendido. Pero no había nada. No se veía ningún movimiento, nii con la visión nocturna, ni con los radares, ni con los detectores de calor o movimiento. Era raro, pero los carnotauros no eran ningunos zonzos, sabían lo que hacían, no había que confiarse. Carlos llego hasta el borde del perímetro y se detuvo, no encontró nada.
“ Se debe haber ido Juan, no veo nada. ¿Vos ves algo?”
“No papa, nada. No hay ninguna alerta”
Carlos comenzó a girar para regresar y justo cuando expuso su flanco al borde del perímetro, un gigantesco carnotauro salió de la nada y lo envistió con una fuerza descomunal en el costado del traje.  La bestia mecánica salio volando varios metro y cayó al suelo, Carlos estaba aturdido. Cada vez que recibía un golpe el traje, el sentía dolor ya que estaba conectado al mismo.  El carnotauro no se detuvo, corrió hacia donde estaba Carlos y comenzó a morder con su poderosa mandibula la panza del carnotauro robótico. Podía oler donde estaba alojado Carlos, podía oler la sangre humana aún dentro del traje.
“Papa!!!” grito Juan. Y activo los drones de ataque. De los laterales del hangar salieron disparados dos drones con forma de pájaro que comenzaron a disparar al Carnotauro, no le hacían mucho daño, pero evitaron que siguiera destruyendo el traje.
Carlos se reincorporo y se alejo un poco. EL carnotauro estaba ocupado masticando el último de los drones que había conseguido derribar. Se dio cuenta que su presa había escapado pero no estaba dispuesto a renunciar. Miro fijo al terópodo de acero y alineo su cráneo para embestir. Carlos hizo lo mismo. Ambas bestias corrieron a toda velocidad una hacia la otra, el ruido de los mecanismos robóticos y el metal chocando junto a los rugidos del carnotauro era algo que daba miedo escuchar. Juan estaba aterrado. Ambos carnotauros impactaron con fuerza y rebotaron hacia atrás. Del traje salían chispas y humo, había luces rojas en todos lados. Carlos no podía combatir más. Si el carnotauro se levantaba era su perdición.
EL carnotauro, medio aturdido se levanto, miro fijamente a su oponente metálico, se detuvo unos instantes, pero salió corriendo hacia la jungla, ya había tenido suficiente. Para la buena fortuna de Carlos y su hijo, no se dio cuenta de que el combate lo había ganado el.
                Juan activo las gruas automáticas y trajeron el traje terópodo semi destruido junto a su papa. Cuando finalmente pudo salir del traje dijo:
“Juancito, seguimos con la historia mañana. Me duele la cabeza después de semejante cabezazo, tráeme una aspirina y vamos a dormir”
“Si papa! Menos mal que el carnotauro era medio tonto y se fue!”
“No se hijo, no se si son tontos. Mira como dejo el traje, si decide volver no vamos a tener defensas. A veces pienso que nos están estudiando para ver nuestras debilidades.”


2 comentarios:

  1. Es aterrador!! Pobres Juan y su papa viviendo en un mundo tan salvaje y peligroso!!! Quiero saber como sigue la historia!!!! Melina

    ResponderEliminar